El asesinato de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, Michoacán, durante un evento público ha puesto de manifiesto la grave crisis de violencia política que enfrenta el país. Este atentado representa la eliminación de una figura de oposición notable y un desafío directo a la estrategia de seguridad federal. Carlos Manzo, electo en 2024 como candidato independiente bajo el movimiento “Los del Sombrero”, se había consolidado como una voz crítica a la política de “abrazos, no balazos” del gobierno federal. Su postura de mano dura contra el crimen organizado le valió el apodo de “El Bukele mexicano” y un considerable respaldo popular, especialmente en redes sociales como TikTok, pero también amenazas directas del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Manzo había solicitado en repetidas ocasiones y a través de sus redes sociales el auxilio de la presidenta Claudia Sheinbaum y del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, para reforzar la presencia federal en Uruapan, advirtiendo que la situación de violencia se había salido de control.
En un mensaje, llegó a retar a la mandataria: “Si ella cree que va a detener a los delincuentes sin un disparo y se van a entregar, pues que ya lo haga.
Si lo logra, yo presento mi renuncia”.
El ataque ocurrió la noche del 1 de noviembre durante el “Festival de las Velas”, un evento cultural en el centro de la ciudad. Manzo fue agredido con un arma de fuego y, aunque fue trasladado a un hospital, falleció debido a la gravedad de sus heridas. En el enfrentamiento, elementos de seguridad del alcalde abatieron a uno de los agresores y las autoridades federales y estatales confirmaron la detención de otras dos personas. Este homicidio no solo representa un cambio de poder violento a nivel municipal, sino que también es visto como la pérdida de una posible figura presidenciable para la oposición y un duro golpe a las voces que exigen estrategias más contundentes contra el crimen organizado en México.
En resumenEl homicidio del alcalde Carlos Manzo, una figura de oposición conocida por su postura firme contra el crimen y sus críticas a la estrategia federal, evidencia la escalada de violencia política en México y la vulnerabilidad de las autoridades locales. A pesar de sus reiteradas peticiones de ayuda federal, Manzo fue asesinado en un acto público, lo que subraya un grave desafío para la seguridad nacional y la gobernabilidad.