Durante dos días consecutivos, ciudadanos, en su mayoría jóvenes y estudiantes, salieron a las calles para exigir justicia.

En Morelia, las marchas terminaron en choques con la Guardia Civil frente al Palacio de Gobierno, donde los manifestantes fueron replegados con gases lacrimógenos y balas de goma.

Se reportaron varios heridos y al menos ocho detenidos.

La situación más grave se vivió en Apatzingán, municipio gobernado por la morenista Fanny Arreola, donde una turba irrumpió en el palacio municipal, rompió puertas y ventanas, y le prendió fuego a la planta baja. Los manifestantes también colgaron una manta exigiendo la renuncia de la alcaldesa y lanzaron consignas contra el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla. Estos actos de violencia ocurrieron a pesar del llamado a la calma de Grecia Quiroz, viuda de Carlos Manzo, quien pidió que las protestas se realizaran “con mesura” y de manera pacífica, argumentando que su esposo “siempre estuvo en contra de la violencia”. El gobierno de Apatzingán atribuyó los hechos a “grupos de choque”, mientras que el gobierno estatal ha intentado restablecer el orden con operativos de seguridad. La escalada de las protestas refleja una crisis de legitimidad y un quiebre en la confianza ciudadana hacia las instituciones encargadas de la seguridad.