Este crimen se suma a una creciente lista de ataques contra autoridades y líderes locales, subrayando que la inseguridad es un problema que trasciende afiliaciones partidistas y regiones geográficas.

Montañez Ramos, conocido como “El Charrascas”, fue encontrado sin vida junto a otro hombre en un camino de terracería, con múltiples heridas de bala. La Fiscalía General del Estado confirmó el hallazgo y el aseguramiento de casquillos de calibres 7.62x39 y .308, asociados a armas de alto poder. Montañez había sido presidente del Comité Municipal del PAN entre 1999 y 2005 y era recordado en su comunidad como un hombre “trabajador, humilde y de gran compromiso social”, según testimonios en redes sociales que lo desvinculaban de cualquier actividad ilícita. El asesinato ocurre en un contexto de violencia persistente en Chihuahua y pocos días después del homicidio de alto perfil del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, en Michoacán. Ambos crímenes, aunque ocurridos en estados distintos y afectando a líderes de espectros políticos diferentes (Manzo era independiente y Montañez del PAN), refuerzan la percepción de que los actores políticos locales son un blanco vulnerable para el crimen organizado. La ejecución de un exlíder de la oposición en el norte del país demuestra que la crisis de seguridad no se limita a las figuras del partido gobernante y que la capacidad de los grupos criminales para eliminar liderazgos locales es un desafío sistémico para la gobernabilidad en México.