Demon Slayer: Castillo Infinito rompe récords y redefine el éxito del anime en cines
La película de anime 'Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba – Infinity Castle' ha logrado un éxito sin precedentes en la taquilla global, convirtiéndose en el mayor estreno para una producción de este género y consolidando a la franquicia como un fenómeno cultural masivo. Su impacto demuestra la creciente influencia del anime en el mercado cinematográfico occidental. El estreno de 'Infinity Castle', a cargo del estudio Ufotable, superó todas las expectativas al recaudar 70 millones de dólares en su debut en América del Norte, una cifra que destronó a 'Pokémon: The First Movie' (1999) como el mayor estreno de anime en la región. A nivel global, la cinta alcanzó un total de 177.8 millones de dólares, compitiendo directamente con grandes producciones de Hollywood y demostrando la imprevisibilidad y el poder de la taquilla actual. Este éxito se atribuye a la combinación de “lujosos efectos visuales y vertiginosas secuencias de lucha” que han convertido a la franquicia en una “sensación global”. En México, el fenómeno se vivió con especial intensidad; además del éxito en taquilla, se realizaron eventos especiales con la presencia de Natsuki Hanae, la voz original de Tanjiro, y el elenco de doblaje latino, fortaleciendo el vínculo con la audiencia. La estrategia de marketing incluyó productos exclusivos como vasos coleccionables en Cinépolis, lo que generó gran expectación. Se ha confirmado que la película es la primera de una trilogía que adaptará el arco final del manga, aunque, a diferencia de otras grandes franquicias, los productores decidieron no incluir escenas postcréditos para mantener el impacto emocional del final, ofreciendo en su lugar un cierre contundente que prepara el terreno para las próximas entregas.



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Sus padres realizaron una rica cena además de cantarle las mañanitas con su pastel

Origen de la luz, luz poderosa,Luz que ilumina el sol, las once esferas;Luz, ¿quién es luz, sino Tú, luz hermosa?Lope de Vega Hace unas semanas leía yo a Juan Villoro en su excelente columna del Reforma. Su artículo se titulaba La locura del diamante y me llamó mucho la atención una frase que utilizó en su texto: “...había ardido con su propia luz”. En un mundo que a menudo premia la imitación, la adaptación y la conformidad, la idea de “arder con tu propia luz” se erige como un acto de profunda rebeldía y autenticidad. No se trata de un simple eslogan de autoayuda, sino de una filosofía de vida que invita a encender la chispa interior que nos define, a alimentar nuestra singularidad y a iluminar el camino no con la antorcha prestada de otros, sino con el fuego que nace de nuestro propio ser. Este concepto, poético en su formulación, es pragmático en su exigencia: requiere introspección, valor para enfrentar la oscuridad propia y la fortaleza para brillar, incluso cuando ese brillo desafía la norma. La primera y más crucial batalla para arder con luz propia se libra en el interior. Vivimos en una era de ruido constante, donde las expectativas sociales, los mandatos familiares y el zumbido digital crean un eco ensordecedor que ahoga la voz interna. Antes de poder irradiar hacia fuera, debemos aprender a escucharnos dentro. Este proceso de introspección—de preguntarnos qué nos apasiona, qué valores nos definen y qué huella deseamos dejar— es el combustible necesario para encender nuestra llama. Figuras históricas como Virginia Woolf, con su prosa introspectiva y su desafío a las convenciones literarias y sociales, o Vincent van Gogh, cuyo pincel ardía con una visión única e incomprendida en su tiempo, no siguieron un manual de éxito. Ellos excavaron en su dolor, su genialidad y su percepción única del mundo para encontrar una luz tan potente que, con el tiempo, iluminó a generaciones enteras. Sin embargo, arder con luz propia implica, inevitablemente, aceptar el riesgo de ser visible. La luz atrae tanto a polillas como a críticos. Brillar auténticamente puede generar incomprensión, envidia o incluso rechazo. La presión social para apagarse, para atenuar el brillo y fundirse en la penumbra gris de lo común, es poderosa. Es aquí donde el acto de arder se convierte en un acto de valentía. Es la decisión consciente de preferir la autenticidad radiante al confort de la invisibilidad. La artista Frida Kahlo no sólo pintó su dolor físico y emocional, sino que lo transformó en arte crudo y vibrante. Ardió con la intensidad de sus experiencias, y aunque su luz surgió de la tormenta, se negó a que la apagaran, desafiando toda norma estética y social de su época. Su luz era áspera, personal e inconfundiblemente suya. Arder con tu propia luz trasciende el mero individualismo. No es un acto narcisista de brillar para cegar a los demás, sino de iluminar para guiar. Una luz auténtica tiene un poder catalizador; muestra a otros que es posible ser diferente, que hay valor en la singularidad. Funciona como un faro que, sin imponer una ruta, revela que existen otros caminos. En este sentido, la luz personal se convierte en un legado. Columnista: Antonio Peniche GarcíaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0


