El fenómeno de 'Demon Slayer: Castillo Infinito': récords de taquilla y momentos virales
La película de anime "Demon Slayer: Castillo Infinito" ha roto récords de taquilla a nivel mundial, convirtiéndose en un fenómeno cultural que trasciende la pantalla. Su éxito sin precedentes en México y Estados Unidos, junto con insólitos eventos virales protagonizados por sus fanáticos, demuestra el poder de la animación japonesa en el mercado global. La cinta, basada en el popular manga de Koyoharu Gotouge, recaudó 70 millones de dólares en su fin de semana de estreno en Estados Unidos, estableciendo un récord histórico para una película de anime en ese país. En México, el éxito fue igualmente contundente, con una recaudación de 9.8 millones de dólares y más de 2.3 millones de asistentes, posicionándose como el estreno de anime más exitoso de todos los tiempos en el país. El fervor de los seguidores no se limitó a la compra de boletos; generó momentos virales que ampliaron su impacto cultural. El más destacado fue un video, ampliamente difundido en redes sociales, que muestra a un grupo de mariachis irrumpiendo por error en una función de la película para tocar "Yo soy tu amigo fiel" de "Toy Story". Este insólito cruce cultural fue celebrado por los internautas como una manifestación del "realismo mágico" mexicano, donde lo inesperado se convierte en parte de la experiencia colectiva. Este tipo de contenido orgánico, sumado al éxito comercial, consolida a "Demon Slayer" no solo como un éxito de taquilla, sino como un verdadero evento cultural con un ciclo de vida viral propio.



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Origen de la luz, luz poderosa,Luz que ilumina el sol, las once esferas;Luz, ¿quién es luz, sino Tú, luz hermosa?Lope de Vega Hace unas semanas leía yo a Juan Villoro en su excelente columna del Reforma. Su artículo se titulaba La locura del diamante y me llamó mucho la atención una frase que utilizó en su texto: “...había ardido con su propia luz”. En un mundo que a menudo premia la imitación, la adaptación y la conformidad, la idea de “arder con tu propia luz” se erige como un acto de profunda rebeldía y autenticidad. No se trata de un simple eslogan de autoayuda, sino de una filosofía de vida que invita a encender la chispa interior que nos define, a alimentar nuestra singularidad y a iluminar el camino no con la antorcha prestada de otros, sino con el fuego que nace de nuestro propio ser. Este concepto, poético en su formulación, es pragmático en su exigencia: requiere introspección, valor para enfrentar la oscuridad propia y la fortaleza para brillar, incluso cuando ese brillo desafía la norma. La primera y más crucial batalla para arder con luz propia se libra en el interior. Vivimos en una era de ruido constante, donde las expectativas sociales, los mandatos familiares y el zumbido digital crean un eco ensordecedor que ahoga la voz interna. Antes de poder irradiar hacia fuera, debemos aprender a escucharnos dentro. Este proceso de introspección—de preguntarnos qué nos apasiona, qué valores nos definen y qué huella deseamos dejar— es el combustible necesario para encender nuestra llama. Figuras históricas como Virginia Woolf, con su prosa introspectiva y su desafío a las convenciones literarias y sociales, o Vincent van Gogh, cuyo pincel ardía con una visión única e incomprendida en su tiempo, no siguieron un manual de éxito. Ellos excavaron en su dolor, su genialidad y su percepción única del mundo para encontrar una luz tan potente que, con el tiempo, iluminó a generaciones enteras. Sin embargo, arder con luz propia implica, inevitablemente, aceptar el riesgo de ser visible. La luz atrae tanto a polillas como a críticos. Brillar auténticamente puede generar incomprensión, envidia o incluso rechazo. La presión social para apagarse, para atenuar el brillo y fundirse en la penumbra gris de lo común, es poderosa. Es aquí donde el acto de arder se convierte en un acto de valentía. Es la decisión consciente de preferir la autenticidad radiante al confort de la invisibilidad. La artista Frida Kahlo no sólo pintó su dolor físico y emocional, sino que lo transformó en arte crudo y vibrante. Ardió con la intensidad de sus experiencias, y aunque su luz surgió de la tormenta, se negó a que la apagaran, desafiando toda norma estética y social de su época. Su luz era áspera, personal e inconfundiblemente suya. Arder con tu propia luz trasciende el mero individualismo. No es un acto narcisista de brillar para cegar a los demás, sino de iluminar para guiar. Una luz auténtica tiene un poder catalizador; muestra a otros que es posible ser diferente, que hay valor en la singularidad. Funciona como un faro que, sin imponer una ruta, revela que existen otros caminos. En este sentido, la luz personal se convierte en un legado. Columnista: Antonio Peniche GarcíaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0


