Esto provocó que la ocupación hotelera en zonas aledañas al recinto alcanzara cerca del 80%, beneficiando directamente a sectores como el turismo, la restauración y el transporte. La noticia del impacto económico se viralizó, destacando cómo un evento musical puede funcionar como un motor para la economía local. Además, el regreso de la banda fue un tema de tendencia global, con los fans compartiendo masivamente momentos de los conciertos, como cuando el público replicó la celebración futbolística del "poznan" a petición de Liam. La gira también impulsó el lanzamiento de una colaboración de ropa con Adidas Originals, cuya llegada a México fue confirmada tras la euforia de los conciertos, alimentando aún más la conversación digital.
El histórico regreso de Oasis a México genera una derrama económica millonaria
El regreso de la legendaria banda británica Oasis a la Ciudad de México se convirtió en un evento histórico, no solo por reunir a los hermanos Liam y Noel Gallagher en un escenario mexicano después de 17 años, sino por el monumental impacto económico que generó. Los dos conciertos, celebrados el 12 y 13 de septiembre en el Estadio GNP Seguros, dejaron una derrama económica estimada entre 850 y 1,000 millones de pesos (aproximadamente 54 millones de dólares). Este fenómeno económico fue impulsado por una asistencia masiva de más de 130,000 personas en ambas fechas. Según datos de Ticketmaster México y la Canaco, el 50% de los asistentes provenían de fuera de la Ciudad de México y su área metropolitana, mientras que un 10% correspondió a público extranjero de más de 70 países.



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Origen de la luz, luz poderosa,Luz que ilumina el sol, las once esferas;Luz, ¿quién es luz, sino Tú, luz hermosa?Lope de Vega Hace unas semanas leía yo a Juan Villoro en su excelente columna del Reforma. Su artículo se titulaba La locura del diamante y me llamó mucho la atención una frase que utilizó en su texto: “...había ardido con su propia luz”. En un mundo que a menudo premia la imitación, la adaptación y la conformidad, la idea de “arder con tu propia luz” se erige como un acto de profunda rebeldía y autenticidad. No se trata de un simple eslogan de autoayuda, sino de una filosofía de vida que invita a encender la chispa interior que nos define, a alimentar nuestra singularidad y a iluminar el camino no con la antorcha prestada de otros, sino con el fuego que nace de nuestro propio ser. Este concepto, poético en su formulación, es pragmático en su exigencia: requiere introspección, valor para enfrentar la oscuridad propia y la fortaleza para brillar, incluso cuando ese brillo desafía la norma. La primera y más crucial batalla para arder con luz propia se libra en el interior. Vivimos en una era de ruido constante, donde las expectativas sociales, los mandatos familiares y el zumbido digital crean un eco ensordecedor que ahoga la voz interna. Antes de poder irradiar hacia fuera, debemos aprender a escucharnos dentro. Este proceso de introspección—de preguntarnos qué nos apasiona, qué valores nos definen y qué huella deseamos dejar— es el combustible necesario para encender nuestra llama. Figuras históricas como Virginia Woolf, con su prosa introspectiva y su desafío a las convenciones literarias y sociales, o Vincent van Gogh, cuyo pincel ardía con una visión única e incomprendida en su tiempo, no siguieron un manual de éxito. Ellos excavaron en su dolor, su genialidad y su percepción única del mundo para encontrar una luz tan potente que, con el tiempo, iluminó a generaciones enteras. Sin embargo, arder con luz propia implica, inevitablemente, aceptar el riesgo de ser visible. La luz atrae tanto a polillas como a críticos. Brillar auténticamente puede generar incomprensión, envidia o incluso rechazo. La presión social para apagarse, para atenuar el brillo y fundirse en la penumbra gris de lo común, es poderosa. Es aquí donde el acto de arder se convierte en un acto de valentía. Es la decisión consciente de preferir la autenticidad radiante al confort de la invisibilidad. La artista Frida Kahlo no sólo pintó su dolor físico y emocional, sino que lo transformó en arte crudo y vibrante. Ardió con la intensidad de sus experiencias, y aunque su luz surgió de la tormenta, se negó a que la apagaran, desafiando toda norma estética y social de su época. Su luz era áspera, personal e inconfundiblemente suya. Arder con tu propia luz trasciende el mero individualismo. No es un acto narcisista de brillar para cegar a los demás, sino de iluminar para guiar. Una luz auténtica tiene un poder catalizador; muestra a otros que es posible ser diferente, que hay valor en la singularidad. Funciona como un faro que, sin imponer una ruta, revela que existen otros caminos. En este sentido, la luz personal se convierte en un legado. Columnista: Antonio Peniche GarcíaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0


