Este suceso ha desatado un intenso debate sobre la seguridad del patrimonio cultural mundial.
El asalto, ocurrido a plena luz del día el domingo 19 de octubre, fue perpetrado por un comando de al menos cuatro personas en tan solo siete minutos. Utilizando un camión con una plataforma elevadora para acceder a una ventana del segundo piso de la Galería de Apolo, los ladrones rompieron vitrinas con herramientas de corte y sustrajeron ocho joyas históricas de la corona francesa, incluyendo piezas que pertenecieron a Napoleón y a las emperatrices Josefina, María Luisa y Eugenia de Montijo. Durante la huida en motocicletas, una de las piezas, la corona de la emperatriz Eugenia, fue abandonada y recuperada con daños.
El suceso, calificado como “el robo del siglo”, obligó al museo a cerrar sus puertas y provocó que autoridades francesas, como el ministro de Justicia Gérald Darmanin, admitieran fallos de seguridad al declarar: “Hemos fallado”. La viralidad del evento se disparó cuando miles de usuarios en redes sociales y varios medios de comunicación establecieron un paralelismo directo con la trama de la popular serie de Netflix *Lupin*, en la que el protagonista realiza un sofisticado robo en el mismo museo. Esta conexión entre la ficción y una realidad tan impactante alimentó la conversación global.
Instituciones como el Museo Nacional de Antropología de México, que sufrió un robo similar en 1985, expresaron su solidaridad, subrayando la vulnerabilidad compartida del patrimonio mundial. La discusión se ha centrado en si las joyas, consideradas “invendibles” en su estado original, serán desmontadas para vender las piedras preciosas por separado en el mercado negro.








