Múltiples crónicas y videos virales documentaron cómo Del Toro dedicó tiempo a firmar autógrafos, tomarse fotografías e incluso abrazar a fanáticos que lloraban de la emoción.
Una joven estudiante de cine, Alinne Hernández, llevó su devoción un paso más allá al tatuarse la firma que el cineasta le plasmó en el brazo. Durante la presentación, Del Toro definió su obra como un proyecto sumamente personal que tardó décadas en materializar, una historia que aborda la paternidad, el abandono y el perdón.
“Para mí, Frankenstein no es una historia de horror, sino de perdón y familia. Aquí en México lo entendemos, porque la figura del padre es cabronsona”, confesó, conectando la temática universal de la novela con una sensibilidad cultural local. Además, reafirmó su identidad artística al declarar: “La manera de hacer cine en México es con dos manos y dos huevos”, destacando su compromiso con la artesanía y el ingenio por encima de los grandes presupuestos o la inteligencia artificial, a la cual reiteró su rechazo. Oscar Isaac, por su parte, reveló que el proyecto nació de una charla íntima con el director sobre sus propios padres, mientras que Jacob Elordi describió la experiencia como un “viaje lleno de alegría y empatía”.








