La producción a gran escala contó con seis escenarios temáticos, incluyendo el Mainstage, Machine y Nuclear Reactor, que segmentaron al público sin fragmentar la experiencia. El cartel estuvo encabezado por figuras internacionales como Steve Aoki, cuyo cierre con su tradicional “cake throw” desató la euforia; Charlotte de Witte, considerada la reina del techno; y el trío italiano Meduza. Uno de los momentos más singulares fue la presentación del Padre Guilherme, un sacerdote portugués que fusionó su vocación con la electrónica en un set de “house cristiano”, añadiendo un matiz social y espiritual inusual para un evento de esta escala. Su actuación, que incluyó imágenes de figuras religiosas, fue recibida con curiosidad y energía.
El festival no solo ofreció música, sino una experiencia inmersiva con juegos mecánicos, una amplia oferta gastronómica y un ecosistema de disfraces que se volvió parte del espectáculo. El gobierno estatal destacó el impacto económico positivo, con un aumento en la ocupación hotelera y una derrama significativa para negocios locales, lo que posiciona a Puebla como una nueva plaza relevante para festivales de música contemporánea en el circuito latinoamericano.








