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Asesinato del alcalde de Uruapan desata indignación y pone en evidencia la violencia en México

El asesinato de Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, Michoacán, durante un festival público, ha generado una ola de indignación a nivel nacional, uniendo las voces de artistas, políticos y ciudadanos en un reclamo contra la violencia que azota al país.
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Carlos Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, fue asesinado a balazos la noche del 1 de noviembre mientras participaba en el tradicional Festival de las Velas en la plaza principal de la ciudad. Según la Fiscalía General del Estado de Michoacán, el edil fue interceptado por un grupo armado que le disparó en seis ocasiones.

Aunque fue trasladado con vida a un hospital, falleció minutos después.

Durante el ataque, un funcionario municipal resultó herido; los escoltas de Manzo repelieron la agresión, abatiendo a un atacante y deteniendo a dos más.

El suceso provocó una condena generalizada por parte de figuras del espectáculo.

El cantante Bobby Pulido lamentó el hecho en sus redes sociales, calificándolo como inaceptable. El músico Fausto Colli le dedicó una canción en su memoria, mientras que el influencer Adrián Marcelo señaló que ser alcalde es “la ocupación más peligrosa de desempeñar en México”. Por su parte, el guitarrista Vicente Jáuregui, testigo del atentado, expresó su conmoción por el nivel de violencia en el país. El Gobierno de México, a través del Gabinete de Seguridad, aseguró que el crimen no quedará impune.

La presidenta Claudia Sheinbaum expresó sus condolencias y reafirmó su compromiso para fortalecer la seguridad.

El secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, informó que Manzo contaba con protección federal y municipal desde diciembre de 2024. Manzo, abogado de profesión, había ganado la alcaldía como candidato independiente y previamente fue diputado federal por Morena. Había advertido públicamente sobre el deterioro de la seguridad en la región y solicitado mayor apoyo federal para combatir a grupos delictivos como el CJNG y Los Caballeros Templarios. Tras el asesinato, miles de ciudadanos marcharon en Uruapan para exigir justicia, con consignas como “¡Carlos no murió, el Estado lo mató!”. El caso también fue retomado por medios internacionales como un ejemplo del riesgo que enfrentan los servidores públicos en México.

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