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Exigencia de compensación de Trump al Departamento de Justicia

En una medida sin precedentes, el presidente Donald Trump exige una compensación de 230 millones de dólares al Departamento de Justicia por las investigaciones federales en su contra, creando una situación que pone en duda la ética del gobierno al ser sus exabogados quienes deben aprobar el pago.
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El presidente Donald Trump ha presentado reclamaciones administrativas exigiendo aproximadamente 230 millones de dólares al Departamento de Justicia (DOJ) como compensación por investigaciones federales pasadas. Esta situación, descrita como una "atrocidad" por expertos en ética, plantea un conflicto de interés fundamental, ya que los altos funcionarios del DOJ encargados de aprobar un posible acuerdo son exabogados que lo defendieron a él o a sus asociados. Las reclamaciones, un paso previo a una posible demanda judicial, se dividen en dos.

La primera, presentada a finales de 2023, busca una indemnización por supuestas violaciones a sus derechos durante la investigación del FBI y el fiscal especial sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016. La segunda, de mediados de 2024, acusa al FBI de violar su privacidad durante el registro de su residencia en Mar-a-Lago en 2022 y al DOJ de "persecución maliciosa" por el caso de los documentos clasificados, alegando que el objetivo era influir en el resultado electoral. El núcleo del conflicto reside en que, según las regulaciones del DOJ, cualquier acuerdo superior a 4 millones de dólares debe ser aprobado por el fiscal general adjunto o el fiscal general asociado. El actual fiscal general adjunto, Todd Blanche, fue el principal abogado defensor de Trump en varias causas penales. Además, el jefe de la división civil, Stanley Woodward Jr., representó a un coacusado de Trump y a otros colaboradores.

El propio Trump reconoció la extraña situación al afirmar: "es como si me estuviera demandando a mí mismo".

La compensación provendría de fondos públicos. Un portavoz del DOJ aseguró que todos los funcionarios siguen las directrices de los asesores éticos de carrera, aunque la fiscal general, Pam Bondi, despidió al principal asesor de ética del organismo en julio.

Si la administración Trump aprueba el pago, podría no haber un anuncio público inmediato.

Este caso se enmarca en un contexto donde figuras críticas con el presidente, como el exdirector del FBI James Comey, enfrentan acciones legales que sus defensas califican de persecución política.

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Un Presidente bombardeando excremento

No cabe duda de que Donald Trump es un presidente diferente. El sábado se llevaron a cabo manifestaciones en varias ciudades de la Unión Americana en contra de las tendencias autoritarias del mandatario estadunidense bajo el lema “no reyes”. ¿Y qué hizo Trump? En sus redes sociales publicó un par de videos generados con inteligencia artificial. En el primero se ve al Presidente subiéndose a un avión de combate que lleva la leyenda “Rey Trump”. Él va vestido de piloto con una corona ceñida sobre su cabeza. Ya en el aire, de pronto se abren las compuertas inferiores de la nave que, literalmente, sueltan un material que parece excremento. Toneladas de inmundicia que caen sobre las manifestaciones “no reyes” de ese día en ciudades como Nueva York. El mensaje es muy claro: me cago en ustedes. Luego subió otro video donde aparece de nuevo con una corona en la cabeza y sosteniendo una espada real. La cámara se panea y se observa a legisladores del Partido Demócrata, como Chuck Schumer y Nancy Pelosi, arrodillándose frente al monarca. Uno diría que el Presidente tiene sentido del humor y no hay que tomar muy en serio este tipo de comunicaciones. Pero hay que recordar que a Trump le chocan los chistes cuando los comediantes los hacen a sus costillas. Tan es así que ha pedido que las cadenas de televisión despidan a los conductores de los programas que hacen monólogos donde se burlan de Trump. Comediantes como Stephen Colbert, Jimmy Kimmel, Jimmy Fallon y Seth Meyers. La verdad es que, como todo político con tendencias autoritarias, Trump carece de sentido del humor. No postea este tipo de videos con un ánimo de divertirse, sino de atacar arteramente a los millones de manifestantes que salieron el sábado a las calles a defender la democracia liberal en ese país. Su respuesta es “me cago en ustedes”. Es indudable que Trump es un genio comunicativo. Al haber posteado dichos videos se robó la nota. Los medios, en lugar de hablar de las manifestaciones, se concentraron en la respuesta presidencial. Trump siempre quiere ser el centro de las atenciones y lo logra. Desde luego que su electorado celebra estas ocurrencias. Les encanta el estilo tan diferente de los presidentes anteriores. Su rudeza a la hora de responder a periodistas que le preguntan cosas incómodas, las groserías que le propina a sus adversarios políticos, el maltrato a líderes internacionales que lo visitan en la Oficina Oval, sus comunicados brutales en las redes sociales. Hasta antes de Trump había una especie de etiqueta en el manejo comunicacional de los presidentes de Estados Unidos. Los mandatarios asumían su papel de jefes del Estado que gobernaban para todos los ciudadanos. Tenían, en este sentido, que guardar las formas. Demostrar dignidad, decoro y mesura con el fin de cuidar la investidura presidencial. Esto le vale un pepino a Trump. Literalmente, se caga en la población estadunidense que no lo apoya. Aquellos que ven con preocupación cómo utiliza el poder presidencial para avasallar a los medios, universidades, firmas de abogados, jueces, opositores en el Congreso y gobiernos locales o miembros de instituciones con autonomía constitucional como la Reserva Federal. El presidente no tiene llenadera. En este segundo periodo le ha dado por vengarse de personajes que se atrevieron a desafiar su poder. Utiliza el aparato gubernamental para perseguirlos judicialmente. Es el caso del exdirector del FBI, James Comey; del exasesor de seguridad nacional, John Bolton, y de la fiscal general de Nueva York, Letitia James. Ahora le ha dado por mandar tropas federales a ciudades gobernadas por demócratas bajo el pretexto falso de que en esas urbes hay una terrible crisis de seguridad. Ya hay presencia de las Fuerzas Armadas en la capital, Washington DC, Los Ángeles y Memphis. Existe la amenaza de su envío a Portland, Chicago, Baltimore y San Francisco. Las manifestaciones “no reyes” precisamente están en contra del uso de las fuerzas militares federales dentro de estas ciudades para tareas de orden público u otras funciones que tradicionalmente gestionan los estados o municipios. También se oponen al uso político de las fuerzas armadas, el debilitamiento de los contrapesos institucionales y los ataques a la prensa crítica. Les preocupa la libertad de expresión, los derechos civiles y la política del “hombre fuerte” que ejerce el Presidente. En suma, son gente que se manifiesta por la vigencia del régimen de democracia liberal en Estados Unidos. Trump, simple y sencillamente, se caga en ellos.   X: @leozuckermann   Columnista: Leo ZuckermannImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

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