
Adquisición de ranchos por hermano de expresidente genera controversia



José Ramiro López Obrador, actual secretario de Gobierno de Tabasco y hermano del expresidente Andrés Manuel López Obrador, es propietario de trece ranchos, ocho de los cuales fueron adquiridos durante el sexenio de su hermano (2018-2024). La información, revelada por el periodista Audelino Macario a partir de la declaración patrimonial del funcionario, detalla que las propiedades suman aproximadamente 600 hectáreas y están valuadas en más de 8.6 millones de pesos. El punto central de la controversia es que las adquisiciones realizadas durante la presidencia de su hermano, que suman entre 6.2 y 6.9 millones de pesos, fueron pagadas de contado y en efectivo. Durante ese lapso, el único empleo formal de José Ramiro López Obrador fue el de subsecretario de Asuntos Fronterizos y Derechos Humanos en Tabasco, cargo que ocupó por 22 meses.
Su declaración patrimonial no reporta otros ingresos o empresas que justifiquen dichas compras.
Entre las adquisiciones más costosas se encuentra un rancho de 390 mil metros cuadrados comprado en 2023 por 3 millones de pesos y otro de 150 mil metros cuadrados adquirido en 2020 por 1.2 millones de pesos. Además de los ranchos, la declaración patrimonial de "Pepín", como se le conoce, incluye la compra de 694 cabezas de ganado por 10.4 millones de pesos y un tractor valuado en 1.2 millones de pesos en 2024, también pagado en efectivo. Su salario actual como secretario de Gobierno se reporta en alrededor de 89 mil pesos mensuales, una cifra que, según los análisis periodísticos, no sería suficiente para justificar el incremento de su patrimonio. El caso ha generado debate público y críticas, como la del exsecretario de Salud de Tabasco, Luis Felipe Graham, quien afirmó que "el dinero y la preñez no se pueden ocultar". Hasta el momento de la publicación de los artículos, José Ramiro López Obrador no había emitido una respuesta pública sobre el origen de sus bienes.
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La democracia liberal que inició en Occidente después de la Revolución Francesa y la Guerra de Independencia de EU está herida de muerte. Sus enemigos la han infiltrado usando sus debilidades y, además, volteando la tortilla, es decir, acusando al adversario político de hacer o querer hacer lo que ellos están haciendo. Un poco confuso el juego de palabras, pero trataré de establecer unos ejemplos. La derecha es represiva, pero los gobiernos de izquierda son los que fuerzan y prohíben conductas. El wokismo es exactamente eso: la imposición de una serie de reglas y creencias a la fuerza. Si usted no dice que ese señor disfrazado de mujer es mujer lo acusaremos de delito de odio. En la derecha liberal, libertaria (ya sabe que no se sabe) un señor es libre de disfrazarse de mujer y yo soy libre de decirle hombre o mujer. Justamente ayer leí que prohibir el lenguaje inclusivo, que es una imposición, es como quemar libros. Meando fuera del tiesto, como diría mi yayo. Pero es donde estamos. Y es que el mundo occidental está siendo sometido a un ejercicio dogmático para acabar con la individualidad e impulsar el colectivismo. ¿Por qué? Pues porque el Estado es el intérprete legítimo de la voluntad colectiva. Occidente ya peleó contra eso. La democracia liberal ha defendido a sus gobernados como un grupo de individuos, pero el socialismo, el fascismo y el comunismo ven a sus gobernados como un colectivo que debe aceptar lo que sea por el bien de esa propia colectividad. ¿Quién determina qué es el bien? Pues el Estado. Para complicar más la cosa, los Estados en el mundo han incrementado sus dimensiones de manera grotesca durante los últimos dos siglos. Piénselo, cuando las ideas liberales (o libertarias) estaban en su apogeo, el Estado era la hacienda pública, la policía, los bomberos, un cabildo y un alcalde. Ése era el Estado que te importaba si vivías en Zacatlán de las Manzanas o la Aliseda de Tormes en 1840. Hoy los Estados son entes gigantescos de los que vive entre veinte y cuarenta por ciento de la población económicamente activa. Esa población se llama burocracia y vive de eso, por lo que no tiene ningún incentivo de desregular, reducir su tamaño o facilitar las cosas. Los incentivos son los contrarios. Y aquí viene una casualidad, ¿qué requerían el comunismo, el socialismo y el fascismo para funcionar? Un Estado fuerte y todopoderoso. Por lo tanto, mientras más controles y más temas hay que regular, el Estado y la burocracia estarán felices. Imagine usted que Jefferson despertara y le explicaran que el Estado americano tenía departamentos de igualdad e inclusión en la NASA, que es una agencia gubernamental que se dedica a la exploración del espacio. Y así con la electromovilidad, las licencias para esto o para lo otro. El problema es que el modelo no es sostenible en el tiempo. Se ha demostrado una y otra vez y volverá a suceder, porque los Estados requieren dos cosas: recursos para funcionar y votos. Hay un claro conflicto de interés. Sería muy interesante ver una línea del tiempo sobre el porcentaje de impuestos que se cobraba en 1800 y los que se cobran ahora, y eso debería ser suficiente como para probar que el Estado grande va en detrimento del individuo. La tecnología me hace ser más pesimista. Hoy los Estados pueden congelar los recursos de la gente porque saben dónde están y tienen un control regulatorio sobre los bancos. Pero ahora los Estados quieren desaparecer el efectivo y quieren controlar todos los flujos económicos de manera electrónica, como ya lo hace China. Habrá algunos novatos que piensen que eso está muy bien, pero hay casos en China de gente que vive en la miseria porque el Estado lo quiere. Usted consigue un trabajo donde le van a pagar 100, pero el Estado no está de acuerdo porque usted es una persona que sólo debe ganar 20. Se puede controlar. El Estado puede cobrar multas instantáneas, controlar qué, cómo, si puedo fumar, si debo ir a un espectáculo o no. Esto ya es una realidad y, en Europa, la UE va por ello, porque con una población decreciente es urgente controlar los recursos de la gente para mantener a ese Estado gigantesco que se ha vuelto una maldición. El argumento es que el Estado europeo te cuidará… pero ¿qué pasará cuando los musulmanes controlen el Estado europeo? No pinta bien para Occidente. Columnista: Luis F. Lozano OlivaresImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0