Posadas Navideñas: Fusión de Fe Prehispánica y Tradición Colonial que Une a México



El origen de las posadas se remonta a la época colonial, cuando los misioneros agustinos buscaron evangelizar a los pueblos originarios. Aprovechando la coincidencia de fechas con el Panquetzaliztli, una festividad azteca en honor al dios Huitzilopochtli que duraba 20 días en diciembre, los religiosos introdujeron las “misas de aguinaldo”. Estas celebraciones, realizadas en los atrios de las iglesias, conmemoraban el peregrinaje de María y José en busca de refugio antes del nacimiento de Jesús. Con el tiempo, esta práctica se trasladó de los templos a las calles y hogares, convirtiéndose en la celebración comunitaria que se conoce hoy. La tradición se desarrolla durante nueve noches consecutivas, del 16 al 24 de diciembre. Esta duración simboliza los nueve meses de gestación de Jesús o los nueve días que duró el viaje de la Sagrada Familia a Belén. Cada una de las nueve posadas representa un valor distinto, como la humildad, la caridad, la fortaleza y la generosidad.
El ritual central es “pedir posada”, en el que los asistentes se dividen en dos grupos: los peregrinos, que desde fuera de una casa cantan letanías solicitando alojamiento, y los posaderos, que responden desde el interior hasta que finalmente abren sus puertas.
Una vez concedida la posada, la celebración incluye varios elementos simbólicos.
La piñata, tradicionalmente en forma de estrella de siete picos, representa los siete pecados capitales.
Romperla con los ojos vendados simboliza la fe ciega que vence al mal. Otros componentes indispensables son las velas que guían a los peregrinos, los aguinaldos (bolsas con dulces y frutas de temporada) y la convivencia con comida y bebida típica como ponche, tamales y buñuelos. Más allá de su significado religioso, las posadas fortalecen los lazos familiares y comunitarios, promoviendo la solidaridad, la hospitalidad y la alegría.






