La Calma Aparente: Por Qué Latinoamérica Tolera la Mano Dura de Trump, por Ahora



La política exterior del presidente Donald Trump hacia Latinoamérica, calificada por algunos como la “doctrina Donroe”, ha marcado un regreso al despliegue del poderío militar y económico de Estados Unidos en la región a niveles no vistos en décadas. Sus acciones incluyen el envío de una flotilla al Caribe para interceptar barcos de droga y amenazar a Venezuela, el apoyo financiero a aliados como Javier Milei en Argentina, presiones a México en materia de migración y narcotráfico, y el respaldo a figuras conservadoras en Brasil y Honduras. Este enfoque es visto como una versión moderna de la Doctrina Monroe, que históricamente ha generado fuertes sentimientos antiimperialistas, como los expresados por el poeta Rubén Darío en 1904. Contrario a la historia, la reacción actual en Latinoamérica ha sido mayoritariamente silenciosa e incluso de apoyo.
Gobiernos de países como República Dominicana, Panamá y Argentina se han alineado con Trump.
Incluso una encuesta reveló que el 53 % de los latinoamericanos apoyaría una intervención militar de EE.
UU. para deponer a Nicolás Maduro en Venezuela.
Esta pasividad ha frustrado a líderes de izquierda como el presidente colombiano Gustavo Petro, y los intentos de emitir condenas conjuntas contra las acciones estadounidenses han fracasado en cumbres regionales.
Este silencio se atribuye a varios factores.
Algunos líderes temen convertirse en objetivo de Trump, mientras que otros, como la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, optan por un pragmatismo silencioso debido a la fuerte dependencia económica de sus países con Estados Unidos. Sin embargo, una razón principal es que muchos ciudadanos y gobiernos coinciden con el enfoque de mano dura de Trump contra el crimen organizado, que se ha convertido en la principal preocupación en gran parte de la región. El aumento de la violencia y el poder de los cárteles ha impulsado un giro político hacia la derecha en varios países, con candidatos que prometen políticas de seguridad más estrictas. A pesar de la aparente conformidad, la historia advierte sobre los riesgos de una extralimitación estadounidense.
Intervenciones pasadas en el siglo XX generaron un profundo resentimiento que alimentó movimientos antiestadounidenses durante décadas.
Aunque no se esperan ocupaciones militares como las de antes, si Trump amplía sus acciones militares a democracias como México o Colombia, o interfiere abiertamente en elecciones, podría provocar una fuerte reacción.
Mientras tanto, algunos líderes latinoamericanos negocian discretamente con potencias como China y Europa, buscando alternativas a un poder hegemónico que perciben como cada vez más prepotente, lo que sugiere que el actual silencio podría ser temporal.










