
Conflicto en el sector salud por abasto de medicamentos



La presidenta Claudia Sheinbaum ha lanzado una enérgica advertencia a las compañías farmacéuticas que no cumplieron con el plazo del 30 de septiembre para la entrega de medicamentos, afirmando que los adeudos previos del gobierno no son una excusa válida para incumplir los nuevos contratos. Sheinbaum fue tajante al señalar: «Si no podían cumplir por los adeudos, no hubieran concursado».
Como medida de presión, anunció que la próxima semana se hará pública la lista de las empresas incumplidoras y se analizarán sanciones, que podrían incluir la cancelación de contratos y la apertura de nuevas licitaciones. Por su parte, el sector farmacéutico reclama una deuda gubernamental que asciende a por lo menos 14 mil millones de pesos, un pasivo que, según representantes, se arrastra desde la administración anterior. Juan de Villafranca, presidente de la Asociación Mexicana de Laboratorios Farmacéuticos (AMELAF), calificó la situación como «muy preocupante», asegurando que mientras sus agremiados continúan entregando medicamentos, el flujo de pagos está detenido. A pesar de la controversia, la mandataria aseguró que el abasto nacional en el IMSS, ISSSTE e IMSS-Bienestar se mantiene por encima del 90%. El gobierno federal insiste en que la revisión y pago de facturas pendientes es un proceso independiente de las obligaciones contractuales adquiridas en las nuevas licitaciones. El Gabinete de Salud presentará el próximo martes un informe detallado sobre las empresas que cumplieron y las que no, así como las medidas que se aplicarán. En este contexto, surgen señalamientos de posibles conflictos de interés, ya que se reportó la adjudicación de contratos por 420 millones de pesos a empresas farmacéuticas ligadas al senador de Morena, Carlos Lomelí, una de las cuales ya había sido inhabilitada previamente. Adicionalmente, desde el Congreso, la diputada Yessi Reyes Calzadías ha exhortado a la federación a atender el desabasto, señalando que la deuda con laboratorios nacionales asciende a 5 mil millones de pesos y que la compra a empresas extranjeras no ha resuelto el problema.
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Diputados señalan que dejar las tesorerías municipales sin recursos no es un acto que afecte a la autoridad entrante, sino a la población que requiere atención constante

La democracia liberal que inició en Occidente después de la Revolución Francesa y la Guerra de Independencia de EU está herida de muerte. Sus enemigos la han infiltrado usando sus debilidades y, además, volteando la tortilla, es decir, acusando al adversario político de hacer o querer hacer lo que ellos están haciendo. Un poco confuso el juego de palabras, pero trataré de establecer unos ejemplos. La derecha es represiva, pero los gobiernos de izquierda son los que fuerzan y prohíben conductas. El wokismo es exactamente eso: la imposición de una serie de reglas y creencias a la fuerza. Si usted no dice que ese señor disfrazado de mujer es mujer lo acusaremos de delito de odio. En la derecha liberal, libertaria (ya sabe que no se sabe) un señor es libre de disfrazarse de mujer y yo soy libre de decirle hombre o mujer. Justamente ayer leí que prohibir el lenguaje inclusivo, que es una imposición, es como quemar libros. Meando fuera del tiesto, como diría mi yayo. Pero es donde estamos. Y es que el mundo occidental está siendo sometido a un ejercicio dogmático para acabar con la individualidad e impulsar el colectivismo. ¿Por qué? Pues porque el Estado es el intérprete legítimo de la voluntad colectiva. Occidente ya peleó contra eso. La democracia liberal ha defendido a sus gobernados como un grupo de individuos, pero el socialismo, el fascismo y el comunismo ven a sus gobernados como un colectivo que debe aceptar lo que sea por el bien de esa propia colectividad. ¿Quién determina qué es el bien? Pues el Estado. Para complicar más la cosa, los Estados en el mundo han incrementado sus dimensiones de manera grotesca durante los últimos dos siglos. Piénselo, cuando las ideas liberales (o libertarias) estaban en su apogeo, el Estado era la hacienda pública, la policía, los bomberos, un cabildo y un alcalde. Ése era el Estado que te importaba si vivías en Zacatlán de las Manzanas o la Aliseda de Tormes en 1840. Hoy los Estados son entes gigantescos de los que vive entre veinte y cuarenta por ciento de la población económicamente activa. Esa población se llama burocracia y vive de eso, por lo que no tiene ningún incentivo de desregular, reducir su tamaño o facilitar las cosas. Los incentivos son los contrarios. Y aquí viene una casualidad, ¿qué requerían el comunismo, el socialismo y el fascismo para funcionar? Un Estado fuerte y todopoderoso. Por lo tanto, mientras más controles y más temas hay que regular, el Estado y la burocracia estarán felices. Imagine usted que Jefferson despertara y le explicaran que el Estado americano tenía departamentos de igualdad e inclusión en la NASA, que es una agencia gubernamental que se dedica a la exploración del espacio. Y así con la electromovilidad, las licencias para esto o para lo otro. El problema es que el modelo no es sostenible en el tiempo. Se ha demostrado una y otra vez y volverá a suceder, porque los Estados requieren dos cosas: recursos para funcionar y votos. Hay un claro conflicto de interés. Sería muy interesante ver una línea del tiempo sobre el porcentaje de impuestos que se cobraba en 1800 y los que se cobran ahora, y eso debería ser suficiente como para probar que el Estado grande va en detrimento del individuo. La tecnología me hace ser más pesimista. Hoy los Estados pueden congelar los recursos de la gente porque saben dónde están y tienen un control regulatorio sobre los bancos. Pero ahora los Estados quieren desaparecer el efectivo y quieren controlar todos los flujos económicos de manera electrónica, como ya lo hace China. Habrá algunos novatos que piensen que eso está muy bien, pero hay casos en China de gente que vive en la miseria porque el Estado lo quiere. Usted consigue un trabajo donde le van a pagar 100, pero el Estado no está de acuerdo porque usted es una persona que sólo debe ganar 20. Se puede controlar. El Estado puede cobrar multas instantáneas, controlar qué, cómo, si puedo fumar, si debo ir a un espectáculo o no. Esto ya es una realidad y, en Europa, la UE va por ello, porque con una población decreciente es urgente controlar los recursos de la gente para mantener a ese Estado gigantesco que se ha vuelto una maldición. El argumento es que el Estado europeo te cuidará… pero ¿qué pasará cuando los musulmanes controlen el Estado europeo? No pinta bien para Occidente. Columnista: Luis F. Lozano OlivaresImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0