Lácteos y Carnes: La Influencia de la Cultura y la Ciencia en el Debate Nutricional Moderno



Durante décadas, las guías alimentarias en Estados Unidos han recomendado optar por productos lácteos bajos en grasa, basándose en estudios antiguos que vinculaban las grasas saturadas con enfermedades cardíacas.
Sin embargo, esta recomendación está siendo cuestionada ante la falta de evidencia sólida y los resultados contradictorios de investigaciones más recientes. Estudios actuales presentan un panorama mixto: algunos sugieren un mayor riesgo cardiovascular con la leche entera, mientras que otros la asocian con un menor riesgo de ciertos padecimientos cardíacos o no encuentran diferencias significativas en el control de la presión arterial en comparación con los lácteos bajos en grasa. Tampoco se ha demostrado que los lácteos enteros provoquen un mayor aumento de peso, posiblemente por su efecto saciante. La ciencia detrás de estos hallazgos apunta a que la grasa de los lácteos podría ser especial. Una teoría se centra en la "matriz alimentaria" de productos como el queso y el yogur, cuya compleja estructura de proteínas, vitaminas y bacterias benéficas podría mitigar los efectos de las grasas saturadas. Otra hipótesis involucra a los lípidos polares, un tipo de grasa que podría reducir la inflamación. A pesar de esto, los expertos coinciden en que no hay pruebas suficientes para preferir un tipo de lácteo sobre otro, aunque advierten sobre el consumo de mantequilla, alta en grasas saturadas, y productos procesados con azúcares añadidos. Paralelamente, se observa una tendencia creciente en el consumo de carne, especialmente entre hombres jóvenes de 16 a 24 años, lo que revierte una disminución de décadas. Este fenómeno se atribuye a dos factores principales: el interés en el fitness y la ingesta de proteínas para ganar masa muscular, y la influencia de la "manósfera" en redes sociales. Influencers como Joe Rogan y Andrew Tate promueven dietas carnívoras, vinculando el alto consumo de carne con una reafirmación de la masculinidad.
Esta asociación entre carne y masculinidad es un constructo cultural e histórico, no biológico, que es amplificado por los algoritmos de las redes sociales.
Dichas plataformas pueden llevar a los jóvenes hacia consejos nutricionales extremos y desinformación, conectando el consumo de carne con ideologías más amplias sobre roles de género y, en algunos casos, con la negación del cambio climático.
El debate nutricional actual, tanto para lácteos como para carnes, demuestra que las decisiones alimentarias están cada vez más influenciadas no solo por la ciencia, sino también por narrativas culturales sobre identidad y salud.










