
La explosión en Iztapalapa ha dejado un saldo de 30 muertos, evidenciando una grave crisis de seguridad vial. La tragedia se ve marcada por historias de heroísmo, como la de la abuela Alicia, y por la difícil situación de los familiares que enfrentan tanto el duelo como el oportunismo de terceros, mientras la comunidad y las autoridades gestionan las secuelas del desastre.