
La del pie (ojalá sane pronto) y la del alma, que llevará más tiempo en cicatrizar... Sobrevive en la calle.Su voz apenas es audible cuando pronuncia su nombre y su edad: "Roberto, 69 años", musita. Tal vez está afónico por alguna enfermedad en las vías respiratorias, tal vez está débil por no haber comido o quizá ha llorado mucho ese día y los días anteriores. Vive solo, sobrevive en condición de calle. Tiene familia, pero como si no la tuviera, dice conteniendo el llanto.Sentado sobre una reja de madera que algún comerciante de los que vende verdura en la 2a Poniente y 7aa Sur le regaló. Por increíble que parezca, la endeble reja de madera no se quiebra bajo el peso de Roberto. Al menos tiene un sostén, fuera de la reja no tiene a nadie.Viste un short color café, es un pantalón al que le quitó las mangas, una camiseta blanca para que se sienta fresco, porque hoy hizo mucha calor. Unas chanclas de plástico color negro que no usa, están a un lado de sus pies. Camina poco o a veces nada. Y no es por flojera, tiene complicaciones en ambas extremidades.Por eso a su lado derecho, un bastón formado de un trozo de madera que alguien le regaló, y un poco más lejos una sola muleta de aluminio; no tiene pareja, como tampoco lo tiene él.Un día la tuvo, cuenta, se casó enamorado, vinieron los hijos producto del amor, pero hoy ya no tiene ni esposa ni hijos, él no existe para ellos. No quiere ahondar, solamente dice "tuve esposa, tuve hijos, pero...Hace una pausa que ya no reanuda. No quiere, tampoco lo presionamos; respetamos su silencio: es sagrado. El recuerdo duele, reabre heridas, no sanan, como tampoco parece sanar la herida de su pie izquierdo."Parece pie diabético", dice la persona que le tomó foto desde lejos. No quiso acercarse por diversas razones, pero nos da la dirección y nos pide irlo a ver para ayudarlo. Y así lo hacemos. Encontramos al hombre sentado sobre la reja de madera, recargado en la pared de la 6a Sur entre 2a y 3a Poniente.Cerca de él, en la esquina está una farmacia. Allí venden todo tipo de medicamentos, quizá haya alguno que le pueda servir a Roberto para la herida de su pie que luce bastante grande, difícil de sanar. Un trozo de cinta adhesiva que alguien le regaló y le colocó ya está desprendida... la herida es protuberante.Lo que le preocupa a la persona que tomó la foto y nos dio el dato, es que las moscas que abundan en el lugar puedan infectarle más la herida. Peor aún, está de moda el gusano barrenador y alguna mosca puede provocarle miasis. Roberto lo sabe y por eso se cubre el pie lastimado con un paliacate rojo.Pero al pedirle que lo descubra para ver la herida, tomarle foto y pedir ayuda, olvida cubrirla y varias moscas se posan sobre la herida. Es que muy cerca, a solo un metro, están los contenedores de basura.Ese lugar eligió Roberto desde hace dos meses. Y se quedó. Cuestionado sobre si no se moja cuando llueve, él dice "no, porque hay una pequeña marquesina y aparte la gente se compadece, bondadosa me traen un pedazo de cartón o un plástico para taparme de la lluvia".Hay gente buena que de una u otra manera ayuda a Roberto. Y eso lo agradece cuando se le pide que grabe un mensaje para quienes lo han ayudado o lo van a ayudar. Su voz se quiebra, otra vez es apenas audible y dice "Dios los bendiga por su ayuda; sólo Dios sabe si voy a sanar", y mira su pie lastimado.La herida del pie preocupa, asusta, le duele. Pero es más preocupante y dolorosa la herida del alma, esa que no encuentra bálsamo sanador, esa que se produjo cuando esposa e hijos dejaron de amarlo, de preocuparse por él. Eso sí duele en serio.Una pequeña cruz dorada (de fantasía) en su pecho y un hombre que quiere ser su amigo, parado a su lado, es todo lo que le queda a lo cual aferrarse, además de la reja de madera. Le dejo una ayuda monetaria y me despido de él, dándole ánimo. Roberto me observa mientras avanzo y luego observa su pie.Roberto tiene dos heridas: la del pie (ojalá sane pronto) y la del alma, que llevará más tiempo en cicatrizar.