
El cierre del gobierno, provocado por un desacuerdo sobre subsidios de salud, ha sido instrumentalizado por la administración Trump para ejercer presión política. Mediante la congelación de miles de millones de dólares en fondos para ciudades demócratas como Chicago y Nueva York y la amenaza de despidos federales permanentes, la Casa Blanca ha convertido una crisis presupuestaria en una herramienta para avanzar en su agenda de reestructuración gubernamental.










