
El Plan Michoacán representa una respuesta contundente del gobierno de Sheinbaum a la crisis de violencia, articulando una masiva intervención de seguridad con una inversión social sin precedentes. Mientras el oficialismo lo defiende como una estrategia integral y humanista, la oposición lo ve con escepticismo, y su éxito dependerá de la coordinación efectiva en el terreno y la capacidad para atender tanto las causas estructurales de la violencia como sus manifestaciones más agudas.










