
La elección de Bad Bunny para el Super Bowl ha desatado una controversia que va más allá de la música, convirtiéndose en un punto de encuentro entre la celebración de la cultura latina y la crítica política conservadora en Estados Unidos. Su nombramiento como el primer latino en solitario en liderar el espectáculo es visto como un hito de representación, mientras que las reacciones negativas de figuras como Donald Trump han politizado el evento, destacando tensiones sobre la identidad y el idioma en uno de los escenarios más grandes del mundo.





