
El PAN emprende un giro estratégico para recuperar su identidad y la confianza ciudadana al romper su alianza nacional con el PRI, apostando por la apertura a la ciudadanía y la renovación de su imagen. Sin embargo, la decisión enfrenta el escepticismo de otros partidos y muestra fisuras, como en Nuevo León, donde la alianza local persistirá, evidenciando la tensión entre las directrices nacionales y las realidades políticas estatales.












